Hacer la vida más fácil
Podemos negarlo todo, podemos fingir que todo en esta vida nos gusta, pero todos sabemos que eso poco tiene que ver con la realidad… Ni siendo las personas más comprensivas y pacientes encontraremos a alguien que no le moleste absolutamente nada y que sea feliz con las cosas como están, de ahí que nos pasemos la vida luchando para que las cosas cambien o se modifiquen ligeramente hasta que encontramos ese punto en que nos hacen sentir mejor, pero tampoco en esos momentos acaba la historia, entonces empieza la lucha por mantenerlo todo como hemos conseguido construirlo definitivamente, pero eso rara vez ocurre.
Es aplicable a sentimientos, personas, situaciones o cosas varias…
Está claro que a veces queremos que las cosas sean como nunca, entonces está claro que para que eso ocurra tendremos que hacer cosas que hasta ahora nunca habremos hecho, ahí está el truco, en re-inventarnos para que cada día sea diferente, para que la monotonía no se instale de forma definitiva en nuestras vidas.
A mí por ejemplo me encanta la rutina, esa estabilidad, esa falsa seguridad que me aporta ir haciendo más o menos las mismas cosas cada cierto intervalo de tiempo, por ejemplo los días de cada días, puedo variar el orden, pero está claro que acabo haciendo exactamente lo mismo, pueda cambiar lo que tramito, o lo que hago en mi trabajo, unos días son facturas, otros días toca planificación, o simplemente te centras en el contacto con asistentes, proveedores o socios, nunca se sabe, pero la cosa es que oficina, es oficina al fin y al cabo, pero dentro de las posibilidades intento que sea distinto, simplemente escuchando música mientras estoy en el despacho o cosas así, eso es lo que lo hace diferente y consigue que sea más agradable para mí.
A este tipo de cambios me refiero, pero luego, una vez que están como a nosotros nos gustan más, hay que tener cuidado, porque puede ser que nos acostumbremos y luego no lo valoremos, porque tenemos cierta tendencia a acostumbrarnos a lo que nos gusta, a las cosas como más nos satisfacen, nos acostumbramos a que otros hagan pequeñas cosas por nosotros, a ese beso de buenas noches que antes era de verdad y cada vez se convierte más en algo efímero en lo que ninguno de los dos repara, en esa calma que nos gusta al despertar, que la otra persona ha ido aceptando y acostumbrándose a que no podemos ponernos en «modo on» de repente, sin darnos cuenta, ese momento de lento despertar se puede convertir en indiferencia.
Porque a veces, sin darnos cuenta, dejamos de ver que todo nuestro alrededor al fin y al cabo, cosas, situaciones y personas hacen que seamos como somos y que podamos tener las cosas tan sencillas o tan complicadas como queramos aceptar.