Pequeños grandes monstruos

cropped-cropped-unicornio-1.jpg  El domingo pasado quedé asustada, y no porque no tenga claro que los niños de hoy en día poco tienen que ver con nuestra infancia sino porque creo que es un avance un poco «desmedido» por llamarle de alguna manera.

Me dirigía a mi coche después de comprar algo de fruta, cuando me crucé con un padre y su hija, de un año y algunos meses; la llevaba sentada en un carro de estos de la compra, en el asiento plegable que llevan incorporados, y mientras él pagaba la pequeña iba balbuceando porque apenas se le entendían las palabras con el móvil del padre en las manitas, y ella le iba dando a las teclas y pasando el dedito por encima de la pantalla rebuscando en los menús del teléfono algunos vídeos a su gusto, el padre le iba diciendo que no se le fuese a caer porque se rompería el teléfono y la pequeña, en un castellano bien claro le dijo: «no papá, no cae, toy viendo «yutuf». Imaginaros mi cara, increíble, el padre repitiéndole una y otra vez , «una manzana, esto es una manzana, dilo tu, venga cariño, dilo tu ahora» y la niña «manana, manana, una manana» y al momento ese pequeño y dulce pero a la vez gigante monstruito, dijo perfectamente que no caía el teléfono y que estaba viendo YouTube?? pero dónde nos lleva el avance, a progresar o a retroceder en según qué aspectos???

Imagino que ésto sólo quiere decir que al cabo del día hablamos más en redes sociales, internet y smartphones, que con nuestros hijos para hacerles hincapié en palabras más básicas, para que dispongan de un lenguaje rico y variado. Aunque de todos modos, sé que encontraremos el punto de equilibrio perfecto para conseguir equilibrar la balanza y hacer que evolucionemos en todo a la vez a un ritmo gradual y progresivo y no dejando atrás los valores importantes que tanto y tanto se están perdiendo.

Desde aquí una llamada a esos papás que con tanto amor dejan las nuevas tecnologías en manos de los más pequeños de la casa, para que echen un ojo atrás, no mucho, tan solo unos años y recuerden que nosotros no tuvimos todas esas cosas, pero jugábamos en la calle libres, sin obesidades, con valores entre amiguitos aunque luego riñésemos, y que las pataletas se nos pasaban aprendiendo a asumir un «no» de nuestros padres por respuesta, nunca nos cambiaban la pataleta por algún chisme que nos distrajese… aunque hay que reconocer, que es una gran solución a situaciones un tanto comprometidas, en los que se consigue al calma al instante gracias a este recurso.

 

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